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Dormir es mucho más que descansar: es un momento fundamental para que el cuerpo repare daños, elimine toxinas y recupere su equilibrio interno. Sin embargo, una nueva revisión publicada en la revista Science Signaling alerta que la privación de sueño desata un verdadero colapso metabólico que compromete la salud de múltiples órganos, incluyendo el cerebro y el corazón.

Según investigadores de la Universidad de Saint Joseph, en Estados Unidos, cuando una persona duerme poco o mal —menos de cinco horas por noche o con interrupciones frecuentes—, el metabolismo celular se ve forzado a redirigir su energía para garantizar la supervivencia básica, en detrimento de otras funciones esenciales, como la memoria y el aprendizaje.

“Dormir permite al cuerpo reiniciarse. Cuando ese proceso falla, se desata una cascada de efectos negativos”, explican los autores del estudio, quienes destacan que la desregulación metabólica observada por falta de sueño es sorprendentemente similar a la que ocurre en enfermedades como el alzhéimer y el párkinson.

Un golpe directo a la memoria y el corazón

El estudio detalla cómo el insomnio sostenido altera la homeostasis energética —el equilibrio entre el ingreso y uso de energía—, lo que lleva al organismo a funcionar de manera ineficiente. Entre las consecuencias detectadas se incluyen:

  • Aumento del estrés oxidativo celular
  • Acumulación de glucosa en sangre
  • Desequilibrios hormonales que afectan el hambre y la saciedad
  • Inflamación sistémica
  • Alteración de la función neuronal

“Cuando no dormimos bien, el cerebro pierde su capacidad de limpiar toxinas y consolidar recuerdos”, explica el neurólogo Alejandro Iranzo. Durante el sueño profundo, el cerebro realiza un ‘barrido’ de residuos metabólicos y fija la información aprendida. Si ese ciclo no se cumple, se debilita la sinapsis entre neuronas, impactando directamente en la memoria a largo plazo.

Un posible vínculo con enfermedades neurodegenerativas

Los expertos señalan que muchas de las alteraciones provocadas por el insomnio coinciden con los mecanismos observados en enfermedades neurodegenerativas. “El perfil metabólico que se genera con la privación crónica de sueño se parece al que vemos en patologías como el alzhéimer y el párkinson”, explican los investigadores. Además, recuerdan que ciertos trastornos del sueño, como la apnea o la disrupción del sueño REM, se presentan como síntomas tempranos en estas enfermedades.

La neuróloga María José Martínez Madrid, experta en cronobiología, advierte que el sueño perdido no se recupera fácilmente. “Podés compensar una o dos noches, pero el daño metabólico acumulado es más difícil de revertir. El cuerpo entra en un modo de ahorro de energía que promueve el aumento de grasa corporal y reduce el gasto calórico”.

El sueño como pilar de la salud metabólica

Aunque algunos especialistas prefieren no catalogar directamente al insomnio como un trastorno metabólico, todos coinciden en su potente rol como disparador de múltiples desequilibrios. “El objetivo del estudio es provocar una toma de conciencia: deberíamos valorar el sueño como un indicador de salud tan importante como la glucosa o la presión arterial”, afirma la doctora Ana Fortuna, del Hospital Sant Pau de Barcelona.

La evidencia es contundente: dormir mal puede desencadenar problemas cardiovasculares, deterioro cognitivo y favorecer enfermedades crónicas como la diabetes tipo 2. Y lo peor: los efectos pueden mantenerse incluso cuando intentamos compensar las horas perdidas.

La Sociedad Española de Neurología estima que entre el 20% y el 48% de los adultos presenta algún tipo de alteración del sueño. Ante este escenario, los expertos insisten en incorporar el buen descanso como parte integral de una vida saludable.