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“Milagro de cada mañana”: el cura argentino que sobrevivió a un bombardeo en Gaza

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Gabriel Romanelli, misionero argentino en Gaza, hablaba todos los días con el Papa Francisco. Sobrevivió a un bombardeo que dejó dos muertos y varios heridos. Su parroquia acoge a cientos de desplazados.

El padre Gabriel Romanelli, argentino, lleva más de 30 años como misionero en Medio Oriente. Desde hace tiempo está al frente de la parroquia Sagrada Familia de Gaza, la única iglesia católica del enclave. Ese templo, además de lugar de culto, se convirtió en refugio de unas 500 personas desplazadas por la guerra.

Cada noche, Romanelli grababa un video agradeciendo “el milagro de cada mañana”: poder rezar con los hijos de los refugiados en medio de los escombros. El Papa Francisco lo llamaba todos los días a las 19 para interiorizarse de la situación. Desde el inicio del conflicto, hace más de un año y medio, la iglesia de la Sagrada Familia de Gaza se convirtió en un refugio para cientos de personas desplazadas, sin distinción de credos, la parroquia recibía a familias cristianas y también musulmanas. Sin embargo, este jueves ataque golpeó de lleno la iglesia.

Bombardeo y heridas

Ese día, un proyectil impactó contra la parroquia. Murieron dos personas y varias resultaron heridas. Entre los heridos estaba Romanelli, alcanzado por metralla. Aunque sus lesiones fueron leves, el ataque conmocionó tanto al Vaticano como a organizaciones humanitarias. El Ejército israelí dijo estar investigando el hecho.

La iglesia, parte del Patriarcado Latino de Jerusalén, también sufrió daños materiales: la cruz del techo fue alcanzada y escombros cayeron sobre el patio.

Vocación y misión

Romanelli nació en Buenos Aires, se crió en Villa Luro y es parte del Instituto del Verbo Encarnado. Estudió en Mendoza y desde 1995 está en Medio Oriente. Vivió en Egipto, Jordania y Cisjordania. Habla árabe, francés, italiano y dedica su vida a los más vulnerables. Fundó un hogar en Belén para niños con discapacidades.

Desde Gaza, insiste en que el Evangelio debe llegar a todos: cristianos, musulmanes o judíos. Su parroquia abrió las puertas sin distinción de credo, algo que en algunos países de la región está prohibido. “Amar a todos, esa es nuestra tarea”, dice.

Fe y resistencia

Romanelli no oculta el horror de la guerra, pero tampoco pierde la fe. “Es mejor padecer el mal que hacerlo”, repite. Confía en que Dios transformará los corazones. En sus mensajes, siempre aparece con una sonrisa, aun entre escombros. Habla de esperanza, de oración y de una paz que, aunque lejana, considera posible.

El ataque a su iglesia no fue el primero, ni será el último en una guerra que ya lleva más de un año y medio. Pero su misión sigue viva. “Somos gotas de agua en el océano”, decía, citando a la Madre Teresa. “Pero sin esas gotas, el océano sería menos”.

Hoy, desde Gaza, esa gota argentina sigue resistiendo.